Mucho se ha escuchado sobre la "guerra económica", esto no es
más que negligencia, indisciplina y corrupción institucional del Estado por
parte del gobierno y el partido. Poco se entiende sobre la batalla política del
momento y es necesario aclarar detalles para saber en qué estado se encuentra
el país.
La grave situación económica no es sorpresa para la oposición ni el
oficialismo en Venezuela, es inminente y apenas comienza, en la punta del
iceberg tenemos la inflación a más del 55% interanual y escasez de bienes
básicos de 28%, iliquidez del banco central, reducción de bienes importados
imprescindibles, estancamiento o reducción de exportaciones petroleras,
paralización del aparato productivo y aumento del riesgo-país.
Pero, ¿Qué es el riesgo país?
Es el riesgo de una inversión económica en un país, determinado por las
características específicas inherentes a su economía, gobierno, instituciones,
sociedad y reglamentos que puedan o no dificultar el retorno de beneficios
esperados por alguna inversión. Mientras mayor sea el riesgo-país en cualquier
nación, las empresas, especialmente las extranjeras, esperarán un retorno en
ganancias cada vez mayor que compense el riesgo de perder su inversión o de
ganar igual o menos que en un país menos riesgoso.
En el caso de Venezuela, aunque con la ley de precios justos se intenta
regular arbitrariamente las ganancias de todos los sectores productivos por
igual a un máximo de 30%, beneficiando desproporcionadamente a algunos pocos
sectores y perjudicando a la mayoría, el riesgo-país perjudica de igual manera
ya que, gran parte de la deuda contraída por el país para postergar la crisis
de liquidez en dólares, es obtenida mediante bonos de deuda emitidos por la
estatal petrolera y por el gobierno a tasas de interés que establece el mercado
mundial y que depende exclusivamente de nuestro riesgo-país.
Es decir, que debido a las reiteradas y malas decisiones económicas del
gobierno, el estado (o sea, Venezuela entera y sus futuras generaciones) se ha
tenido que endeudar enormemente a una tasa de interés muy alta que, para la
fecha en que se publica este artículo, es la más alta del mundo, más del 15%,
mientras que países vecinos financian su deuda a una tasa en promedio del 5%.
Esto se entiende de la siguiente manera: Por cada 100$ de deuda contraída,
Venezuela debe pagar 15$ por servicio de deuda a los capitales internacionales.
Nada ayuda que una gran porción del petróleo se le entrega a China a
precios más competitivos (bajos) como forma de pago por un fondo de inversión
que dieron ya en el pasado, que todo el petróleo que se envía al Caribe para
países "aliados" se vende a precios subsidiados y a créditos de hasta
20 años con 1% de interés o como forma de pago en trueque o intercambios
injustos y desiguales para importar alimentos, bienes de primera necesidad y
hasta "costosísimos servicios médicos" de países vecinos, dejando
como petróleo efectivamente cobrado en dólares y a precio de mercado sólo lo
que se exporta al bastión del capitalismo mundial: Estados Unidos de América,
nación que cada vez importa menos el crudo pesado venezolano por diversificar
sus importaciones de petróleo hacia países con proveedores más confiables como
Canadá y aumentando su propia producción, que ya iguala su nivel de importación
petrolera.
Por si fuera poco, las protestas llegaron para empeorar todo y en un mal
timing (momento) político en que la sociedad venezolana se encuentra aún muy
polarizada y dividida, incapacitada por sí misma de unirse independientemente
de sus preferencias ideológicas o partidistas en la lucha para exigir políticas
adecuadas al gobierno para salir del hundimiento, que es lo realmente necesario
sin importar realmente quien esté a la cabeza del poder ejecutivo o en la toma de
las decisiones económicas.
Se ha desvirtuado progresivamente la protesta en algunos casos empezando
erradamente como mítines políticos y evolucionando en desarticulados focos
violentos de venganza y odio por ambos lados en una lucha desigual entre las fuerzas
armadas y colectivos paramilitares armados contra jóvenes y estudiantes, en
muchos casos violentos, dejando como saldo un continuo luto nacional por
muertos, en su mayoría, inocentes de parte y parte.
Las ciudades colapsan, el ausentismo laboral alcanza hitos históricos,
el abastecimiento se dificulta, la producción se detiene, el riesgo aumenta y
la molestia causada por el caos, lejos de sumar voluntades, divide aún más a la
población, que en su gran mayoría, sólo desea volver a la terrible pero relativamente
cómoda crisis que había antes de esto.
Además, el gobierno y su hegemonía comunicacional, capaz de alcanzar
todos los estratos de la sociedad, deslegitima la protesta justa y las razones
para hacerla, que son demasiadas, mostrando los hechos violentos y
desorganizados de una minoría muy violenta que pretende, sin apoyo
popular, conseguir un cambio de gobierno por la vía inconstitucional
perjudicando a una gran mayoría de la población, de ambos lados de la política,
que apuesta al diálogo y la resolución de los problemas que, hasta ahora, por
falta de voluntad política y poca disciplina, el gobierno ha sido incapaz de
atender.
Entre la espada y la pared no está el gobierno sino la población que
exige cambios y que, teniendo en contra a los violentos y al mismo gobierno que
sólo se interesa por el Status Quo, tiene casi imposible en el futuro cercano
una verdadera salida a sus problemas. Es momento de la retirada y un repliegue
efectivo que permita la organización, la inclusión y la cordura o se verá
perdida la guerra en una sola batalla, es el momento para la protesta pacífica
y unida que permita amalgamar a toda la población venezolana con un solo fin
que no sea más que ir hacia el progreso.
"Bienaventurados
los jóvenes, porque ellos heredarán la deuda nacional"