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Convencer a un chavista es quizás una tarea tan peligrosa y arriesgada como lo es enfrentarse en una protesta a la Guardia Nacional Bolivariana o a algún miembro de un colectivo armado paramilitar con auspicio del gobierno. Inclusive, podría ser equivalente a un enfrentamiento contra un malandro justo en el momento en que éste te está atracando. Es aceptar que no es cuestión de sólo racionalizar lo que vas a decir, sino tener la cabeza bien fría y los nervios bien puestos, pero principalmente, conservar la calma.

Convencer a un chavista implica contra-argumentar con una persona que ha perdido la capacidad de pensar por sí mismo y que debido a ello opera bajo un miedo irresoluto que le hace sentir cierta seguridad en su entorno ideológico.  Una persona que casi inconscientemente se aleja de ti porque piensas diferente y está convencido de que el bando que tú representas –indistintamente de que lo estés haciendo o no, pues él creerá que te le opones a su dogma– quiere acabar con ellos a como dé lugar. Una persona que ha estado sometida por más de quince años a un adoctrinamiento mediático, sistemático, populista y evangelizador que le ha enseñado a repetir de forma programada una línea ideóloga fascista que, lo ha borrado-extirpado de la memoria histórica colectiva, lo ha hinchado de un orgullo encausado en un falso nacionalismo y lo ha convertido en una persona con un profundo resentimiento hacia factores creados por sus dirigentes como objetivos políticos que son para ellos enemigos declarados.

Convencer a un chavista significa aceptar que ellos no quieren que tú los convenzas porque piensan que posiblemente tú seas parte de esas personas a las que a ellos les enseñaron que eran los culpables de su de su pobreza. Que representas el viejo modelo que quiere acabar con el modelo al que él le entregó su fe. Que eres parte de los oligarcas ficticios a los que aprendieron a reaccionar automáticamente y que lo único que quieres en utilizarlo. O quizás piensa que por tu culpa perderá su trabajo con el gobierno –si está empleado en la fuerza pública– porque si gana las elecciones algún majunche,  él será excluido y discriminado.

Convencer a un chavista es una invitación a reflexionar el hecho de que ellos no saben que una maquinaria política que desde hace mucho tiempo destruyó la democracia transformándola en un bloque único de espionaje, acoso, represión y violencia; los utiliza como ejército para mantener a los que a diario les prometen que los protegerán y les darán todo lo que ellos necesiten. Casa, comida, artefactos eléctricos, seguridad, entre otros. Es una persona que cierra los ojos e ignora que sus representantes políticos están saqueando el país para su beneficio propio, y sin embargo, defiende con férrea agresividad y tal vez hasta con tenacidad a los mismos, desmintiendo cualquier argumento o prueba que tú tengas a la mano cuando lo estás confrontando.

Convencer a un chavista es darse cuenta que esa persona es un venezolano como tú que está sujeto a la misma probabilidad de ser asesinado por el hampa, probabilidad de la que tú también eres parte (valga la redundancia), y quien también comparte contigo el hecho de que sufre la escasez, la inflación, el desfalco económico, la represión de la violencia, las mentiras del gobierno, la manipulación de la información y el blackout informativo, la devaluación, la falta de insumos para tratamiento de enfermedades de cualquier tipo, la no garantía de conseguir un trabajo después de graduarse, entre otras. Una persona que no puede revisar a profundidad la envergadura de la crisis política, social y económica por la que atraviesa el país y que por ello no le gusta discutirla contigo porque cree que tú piensas que él es un ignorante, porque él no entiende esas cosas como tú posiblemente las puedas entender. Tampoco entiende tu lucha porque no sabe cómo figurar completamente la devastación de la nación por una ideología que hoy es papel muerto firmado por una institucionalidad casi invencible que, opera en favor de unos pocos y ha destruido completamente cualquier garante constitucional.

Convencer a un chavista representa muchísimas cosas más, tantas que son de por sí innumerables, incluyendo muchísimas que no fueron manifestadas aquí y que desacreditan las planteadas, pero es también un acto de valentía. De encuentro y reflexión. Porque así como puedes enfrentar al piquete de una fuerza represora cuando protestas, así como regresas a la calle después de que esta fue bombardeada y donde todavía llueven balas por doquier, así como confrontas con una consigna desde cualquier parte a esta dictadura no nominal, e igual a como reaccionas cuando te atracan o como te comportas pacientemente cuando haces cola para comprar un pollo, así también puedes componerte de sensatez y tratar de convencer a un chavista invitándolo a la reflexión como venezolano, como un paisano tuyo que comparte la misma sangre indígena, española y negra que todos llevamos licuada en nuestra venas.
Implica callar –inclusive implica no exponerse–, escucharlos, no pasarse de listo y no hablarles como si fueran idiotas. Implica esperar a que se calmen, calmarte tú primero y no hacer gestos de ningún tipo para luego exhortarlo a ver los hechos por sí mismo, y a enfrentarlo a la realidad en la que tú y todos estamos. En la que él es partícipe también y de la que no puede salir sin ti. 

Por Ed J.L