Al llegar la mañana mucha
gente se pregunta "Cuándo será que las cosas cambien”
y así pasan los días anhelando que otra vez no sea igual, queriendo que al cerebro se le ocurra algún plan para escapar de esa cárcel que llamamos rutina que nos mantiene presos del miedo y la necesidad, queriendo tener la fuerza necesaria para romper el gran muro de la estupidez, esa estupidez rutinaria que adormece los sentidos…
y así pasan los días anhelando que otra vez no sea igual, queriendo que al cerebro se le ocurra algún plan para escapar de esa cárcel que llamamos rutina que nos mantiene presos del miedo y la necesidad, queriendo tener la fuerza necesaria para romper el gran muro de la estupidez, esa estupidez rutinaria que adormece los sentidos…
Y así anda la gente en
Caracas, en Venezuela, haciendo muchas cosas y nada al mismo tiempo, trabajando
mucho para ganar poco, cuidando lo poco que se tiene para que otro no te lo
arrebate, contando el dinero que no se tiene aún, y soñando tener cosas que son
impagables. Ya parece difícil imaginar cómo serían las cosas si al menos algo
cambiara, y es difícil porque el hábito de la rutina se hizo costumbre… pareciera
que viviera la gente en un largo sueño y que solo a veces logran medio
despertar, para luego dormir nuevamente.