El llamado Socialismo del
Siglo 21 ha convertido a Venezuela en un país extravagante. Tras 14 años
prometiendo patria, soberanía y desarrollo, profetizando el colapso del
capitalismo y ofreciéndose como modelo, la Venezuela que nos lega Hugo Chávez
importa casi todo lo que consume, incluyendo la gasolina y el papel higiénico.
Las contradicciones son tantas y tan profundas que luce difícil pensar que esta
historia acabe sólo en ridículo. Empujada por la ambición desmesurada de poder
y lucro, la aventura bolivariana conduce el país al caos y sus líderes piensan,
obnubilados por la impunidad, que sobrevivirán en la anarquía.
Acostumbrados al exceso, una y
otro vez los portavoces del régimen acusan de fascista a la oposición. Un
disparate, desde luego. Hasta causa cierta perplejidad tener que refutarlo. El
fascismo fue un fenómeno histórico surgido en Italia hace casi ya 100 años.
Descrito por quienes más lo han estudiado* como un movimiento revolucionario,
nacionalista, antimarxista y antiliberal, el fascismo se constituyó en
partido-milicia inspirado por una concepción integrista de la política. Con un
líder carismático a la cabeza, tuvo la aspiración de alcanzar un monopolio
absoluto del poder y pregonó la creación del “hombre nuevo”. Ése, por cierto, a
quien el movimiento le pedía “creer, obedecer, combatir”, como reza el famoso
eslogan fascista.
El fascismo, por otra parte,
llega al poder electoralmente. Pero, una vez en control de las instituciones
del Estado, destruye el sistema político previo (democracia liberal) para
instaurar un régimen corporativo de partido único, en el que toda la sociedad
se politiza y la acción política se convierte en la fuente mística de salvación
y progreso.
Desde Europa, el fascismo vino
a América Latina como modelo (inspirando los regímenes de Perón y Vargas) y
como categoría de análisis político (la controvertida tesis de un “fascismo
latinoamericano”, representada inicialmente por las experiencias populistas
argentina y brasileña). Posteriormente, el término “fascista” fue utilizado por
la izquierda latinoamericana -de modo inexacto y falaz, como en el caso
presente- para referirse a las dictaduras militares que aparecieron en
Suramérica en la década del 70 del pasado siglo. La intención, obviamente, era
crear un falso dilema: fascismo o socialismo. Tal como hoy pretenden los
apóstoles del chavismo.
Sin embargo, de su expresión
original europea difieren significativamente tanto los movimientos populistas
latinoamericanos que pretendieron imitarlo (no obstante las significativas
similitudes que guardan con aquella) como los regímenes militares posteriores
de Pinochet o Videla, con los cuales las diferencias son notablemente más
profundas. Recordemos, por ejemplo, que estos últimos fueron productos de
golpes de Estado y buscaron fundamentalmente la despolitización de la sociedad
y la desmovilización popular. Por otra parte, nunca crearon partidos de masas
ni fueron conducidos por líderes carismáticos, y redujeron además la
participación del Estado en la economía, entre otras muchas diferencias.
La grotesca asimilación no es,
por tanto, casual ni nueva. Intenta deslegitimar la acción del oponente,
desmoralizar a millones de venezolanos que por más de una década han resistido
un proyecto político que perciben como un camino seguro al servilismo y la
miseria. Si alguna comparación con el fascismo fuese posible, la misma no sería
con la oposición sino con el chavismo. Este ultimo, como buen ejemplo de
movimiento populista, adolece de numerosas inclinaciones fascistas. En esta
materia y en muchas otras, la “Revolución Bolivariana” se muestra como lo que
es: un fraude histórico. Y contra la evidencia poco o nada pueden sus
anticuadas e histéricas consignas ni su desmesurado uso de la propaganda, y
mucho menos su tendencia recurrente a proyectar en sus enemigos (“golpistas”,
“corruptos”, “fascistas”) sus propias faltas, vicios y debilidades.
* Entre otros, puede
consultarse: Gentile, Emilio. (2004) Qu’est-ce que le fascisme? : histoire et
interprétation. Paris. Gallimard, y Paxton, Robert O. (2004). Le fascisme en
action. Paris. Éditions du Seuil.
Jorge Lazo |