Cuadro comparativo entre el fascismo clásico y el proyecto político chavista
Rasgos fundamentales del fascismo clásico
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Rasgos distintivos del proyecto político Bolivariano
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1
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El fascismo fue un movimiento político
centrado fundamentalmente en algunos países europeos de las primeras décadas
del siglo XX que se propuso subordinar al individuo al Estado en nombre de un
“Bien Común”.
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Se propone un peso creciente del
Estado en nombre de los intereses superiores del colectivo, subordinado a los
designios del Presidente.
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Este “Bien Común” pretendía
construirse con base en una mitificación de la historia, exaltando aspectos
épicos como expresión de una epopeya que resumiría las energías vitales del
pueblo o nación que se decía defender.
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Este “Bien Común” pretende construirse
con base en una mitificación de la historia venezolana, exaltando los
aspectos épicos de la Guerra de la Independencia y de la Guerra Federal, como
símbolos de la “grandeza” del pueblo.
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3
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La evocación de este pasado heroico
inspiraba un programa político destinado a
“refundar” a la nación para restablecer las glorias de antaño. En el
caso de la Italia de Mussolini, se trataba de reinstaurar la Romanitá legada del Imperio Romano.
Para el Nacionalsocialismo Alemán, debía hacerse realidad la superioridad
germana que se desprendía de los mitos y leyendas teutonas.
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Se evoca a las figuras castrenses de
Bolívar y Ezequiel Zamora para invocar la necesidad “refundar” la nación
detrás de la figura de un “hombre fuerte”, militar. Los aportes a la
construcción de una institucionalidad democrática y a las conquistas
ciudadanas son borrados en un esfuerzo por re-escribir la historia a imagen
de la epopeya que quiere proyectar la Revolución Bolivariana de sí misma.
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4
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Esta prédica se expresaba en un
nacionalismo exacerbado y xenófobo, que apelaba básicamente a lo emocional en
vez de a la razón.
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Esta prédica se expresa en un
nacionalismo exacerbado y patriotero. Se es intolerante a toda crítica, la
cual es descalificada por provenir de “traidores”, “enemigos de la patria”.
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5
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En defensa de la nación o del volk (pueblo) el nazi-fascismo se
enfrentó a la internacionalización de las actividades económicas y
financieras que trajo la expansión del capitalismo y a la amenaza de un
movimiento bolchevique que invocaba el “internacionalismo proletario”.
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En “defensa” del pueblo la
“revolución” se enfrenta a la globalización actual por ser la expresión más
acabada del capitalismo, refugiándose en nacionalismos atávicos,
identificados con valores primitivos de la historia venezolana.
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6
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El nazi-fascismo se inspiraba en
posturas que negaban los valores racionales y liberales propios de la cultura
urbana moderna, a pesar de que procuraba instrumentar para sus propósitos los
avances tecnológicos de la modernidad. Blut
und Boden -la sangre y la tierra- resumía los valores esenciales que
inspiraban al Nacionalsocialismo alemán.
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Se inspira en posturas que niegan los
valores propios de la modernidad, a favor de una vida austera, sencilla y sin
aspiraciones de superación –“ser rico es malo”- propios de una idealización
de una vida rural primitiva, “no contaminada”.
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7
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Buscó legitimarse a través de la
movilización popular, invocando ser los auténticos representantes de los
intereses del pueblo. Ello llevó al triunfo electoral de Mussolini, luego de
su designación como Primer Ministro, y de Hitler en Alemania.
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Busca legitimarse a través de la
movilización popular. Concibe cada desafío electoral como una batalla épica y
amasa a favor de sus triunfos –ilegítimamente- los recursos del Estado.
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8
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El dominio de su prédica ante las
masas llevaba a la construcción de una falsa realidad a través del dominio de
los medios de comunicación y de un aparato propagandístico que martillaba una
sola “verdad”. Como afirmara el ministro de Propaganda Nacionalsocialista,
Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
Para ello procuraron re-escribir la historia para hacerla coincidir con sus
designios de poder.
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El dominio de su prédica ante las
masas lleva a construir una falsa realidad a través del control de una
mayoría de medios de comunicación, el acorralamiento de los que aun son
independientes, el amedrentamiento de periodistas y la manipulación de la
información, en aras de imponer su “hegemonía comunicacional” para que
prevalezca una sola “verdad”. Se re-escribe la historia reciente para
denunciar la perfidia de la “oligarquía” contra la “revolución”.
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9
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El éxito político del nazi-fascismo
requirió de un líder carismático –Führer
/ Duce- capaz de galvanizar a sus
seguidores con su discurso, a quien se le rendía un culto alegando sus dotes
de visionario.
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Su éxito político se basa en el cultivo
del carisma de Hugo Chávez, capaz de galvanizar a sus seguidores con su
discurso y a quien se le rende un culto servil, alegando sus dotes de
visionario.
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Las pretensiones de este liderazgo por
amasar cada vez más poder demandaba la existencia amenazante de un “enemigo”,
tanto externo como interno, que ponía en peligro los avances de la revolución
fascista. Ello “justificaba” la eliminación de toda traba a la concentración
de poder y exigía lealtad absoluta a sus seguidores, pues se trataba de
librar una batalla victoriosa contra ese “enemigo”.
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Las
pretensiones por amasar cada vez más poder en manos del Presidente demanda la
existencia amenazante de un “enemigo”, tanto externo como interno, que pone
en peligro los avances de la “revolución”. Al enemigo interno se le reconocen
formalmente los mismos derechos que al “ciudadano bolivariano” sólo porque el
líder es magnánimo. En la práctica, se le discrimina política, social y
jurídicamente (lista Tascón, etc,).
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El nazi-fascismo se propuso la
destrucción del Estado de Derecho “burgués” argumentando que su
“blandenguería liberal” obstaculizaba la conquista de los fines
trascendentales reservados al pueblo. Al “enemigo” no se le podían reconocer
los mismos derechos que el “ciudadano de bien” y se le discriminaba política,
social y jurídicamente. El régimen Nacionalsocialista buscó acabar con la
institucionalidad existente mientras edificaba una institucionalidad
paralela, dependiente del partido.
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Se propone superar la legalidad del
Estado de Derecho “burgués” argumentando que obstaculiza la conquista de los
fines trascendentales bajo el liderazgo de Chávez. Para ello se destruyen las
instituciones del Estado de Derecho y se edifica una institucionalidad
paralela, partidizada, sujeto a la manipulación del caudillo.
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Lo anterior implicaba la politización
de la justicia, siempre en nombre de la “voluntad del pueblo”, y la
“judicialización” –penalización- de toda acción política opositora.
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Lo anterior ha llevado a politizar la
justicia y a “judicializar” –penalizar- la acción política opositora. Se
criminaliza la protesta a través de un poder judicial comprometido en gran
medida con el proyecto “revolucionario” y en el que los jueces que se apartan
de los intereses oficialistas son destituidos o encarcelados.
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Lejos de ser conservadores, los
regímenes fascistas debían constantemente radicalizar el proceso, proponiendo
nuevos objetivos en aras de mantener la tensión de sus seguidores y evitar
que cayera el entusiasmo con relación al destino histórico prometido.
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Chávez radicaliza constantemente el
proceso. De ahí la sucesión de consignas movilizadoras referentes al
“desarrollo endógeno”, al “Socialismo del Siglo XXI”, la propuesta de
“reforma” constitucional, la nueva “geometría” del poder, las “tres R’s” y el
estado comunal.
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Esta especie de “revolución
permanente” se basaba en la polarización maniquea de la lucha política –los
buenos, patriotas, nosotros, contra
los malos, vendepatrias, -ellos- y
buscaba galvanizar a las masas para cerrar filas detrás del líder. “Dentro del estado, todo, fuera del Estado,
nada”, -B. Mussolini.
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Esta especie de “revolución
permanente” se basa en la polarización maniquea de la lucha política –los
buenos, patriotas, nosotros, contra
los malos, “lacayos del imperialismo”, -ellos-
y busca galvanizar a las masas para cerrar filas detrás del líder. “O se está conmigo, o se está contra mí”, -H.
Chávez.
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En este orden, el avance de la “causa”
implicaba la reducción del “enemigo” a través de campañas de odio que negaba
su condición humana y “justificaban” las peores vejaciones en su contra.
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En
este orden, el avance de la “causa” implica la reducción del “enemigo” a
través de campañas de odio que niegan su condición humana y “justifica” vejar
sus derechos fundamentales.
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Consustancial a lo anterior era el
ejercicio extendido de la violencia callejera por parte de organizaciones
partidistas uniformadas de naturaleza para-militar. Los movimientos de
“camisas” –camisas pardas de la S.A. Nacionalsocialista; camisas negras de
los squadristi italianos; camisas
azules de la falange española; camisas naranjas en Bulgaria; verdes en
Rumanía; etc.- que arremetían contra los “enemigos”, fueron elementos
distintivos de la acción fascista.
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Consustancial a lo anterior ha sido,
en momentos cruciales, el ejercicio de la violencia callejera por parte de
organizaciones partidarias frecuentemente uniformadas con camisa roja, de
naturaleza para-militar.
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Los regímenes nazi-fascistas se
caracterizaron, por ende, por la regimentación de la sociedad conforme a los
designios del liderazgo vertical del Führer
o del Duce, y no aceptaban
disidencia alguna.
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Se busca regimentar a la sociedad
conforme a los designios del liderazgo vertical de Chávez, quien no acepta
disidencia alguna.
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Ello llevó a la eliminación de las
organizaciones sociales autónomas –sindicatos, ligas campesinas, asociaciones
profesionales, culturales- y su remplazo por “frentes nacionales” que
agrupaban a estos sectores sociales bajo la égida del partido. Estas
organizaciones sociales fascistas eran “cooptadas” conformando un Estado
Corporativo en el que los intereses sectoriales debían confluir con el
interés superior de la nación, en vez de representar a sus asociados frente
al Estado.
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Ello
ha llevado a arrinconar las organizaciones sociales autónomas –sindicatos, asociaciones
campesinas, profesionales, culturales- buscando desplazarlos con un “Poder
Popular” no electo, cuya promoción, organización, registro, regulación y financiamiento
depende del Poder Nacional. Esta “cooptación” de las organizaciones sociales
dentro del Estado, propia del Estado Corporativo fascista, las convierte en
representantes de los designios del Estado –es decir, de Chávez- ante sus
asociados.
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La “huida hacia delante” proponiéndose
continuamente nuevas conquistas, llevaría irremediablemente a una
confrontación final con el “enemigo” que se oponía al triunfo de la causa. De
ahí la vocación bélica del nazi-fascismo, su preparación para la guerra y la
promoción de la militarización del país. De ahí también la trágica
conflagración que arrasó a Europa.
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La
“huida hacia delante” ante problemas de difícil solución, conlleva la
confrontación con el “enemigo”, con gravísimas consecuencias para la nación,
para la convivencia y la paz interna de los venezolanos. De ahí su vocación
bélica, su compra masiva de armamento para la guerra, la militarización del
país y la conversión de los cuerpos castrenses en “Bolivarianos”, incluyendo
la creación de una “Milicia Bolivariana” no contemplada en la Constitución.
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La evocación de batallas épicas para
conquistar las pasadas glorias que resumían el destino de la nación y/o del
pueblo, llevaban a un “culto a la muerte” que tenía dos vertientes: en primer lugar, la muerte se
invocaba como instrumento de “limpieza” que barrería con la podredumbre de la
vieja sociedad y con los seres indeseados y detestables que debían eliminarse
para dar paso al Nuevo Orden; en segundo lugar, la muerte representaba el
máximo sacrificio exigible a un ser humano en defensa de los supremos
intereses colectivos, la expresión más pura del “Hombre Nuevo” que debía
emerger de la lucha. Paradójicamente, llevaba a asumir una postura de
“superioridad moral”, en tanto exaltaba la disposición a incurrir en las privaciones
necesarias para el triunfo del orden colectivo, por encima de los intereses
egoístas particulares.
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La evocación de batallas épicas para revivir
pasadas glorias que insuflen sentido a las luchas del pueblo por conquistar
su destino histórico, llevó a un “culto a la muerte”. De ahí la invocación
del “Che” Guevara como un martirio que expresa la emergencia de la lucha revolucionaria
de un “Hombre Nuevo”, y la consigna fascista (absurdamente excluyente en sus
términos) de “Patria, Socialismo o Muerte”. Con base en ello, se presume una “superioridad
moral” que, en la práctica, lleva una aborrecible “doble moral” en la que lo
hecho en función de la “revolución” será siempre absuelto, por obedecer a los
intereses supremos –trascendentes- de la “revolución”.
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La construcción del “Hombre Nuevo” se
concebía en términos de un ejercicio de “reingeniería social” o de “limpieza
social”, que debía imponerse contra toda resistencia. Obviamente, llevaba a
las peores prácticas represivas y de exterminio contra aquellos considerados
inferiores y contra los abiertamente críticos.
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La construcción de un “Hombre Nuevo”
se concibe en términos de un ejercicio de “reingeniería social” en el que
debe imponerse la “revolución” sobre una “contrarrevolución” auspiciada por
la “oligarquía”. En el Nuevo Orden propuesto –el Socialismo del Siglo XXI-, no caben los venezolanos abiertamente
críticos. Con ellos no hay diálogo posible: deben ser barridos.
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El nazi-fascismo se identificó con una
economía “de comando”, con fuerte presencia estatal en el caso Italiano, en
la que la libre iniciativa y la producción de los territorios conquistados se
subordinaron a los esfuerzos de guerra. Lo económico estaba claramente
sometido a lo político.
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Se promueve un capitalismo de Estado,
arrinconando a la iniciativa privada y desconociendo derechos básicos de la
propiedad privada. Se rinde tributo a la prédica “socialista” proponiendo una
economía comunal inviable. El sostén de estos arreglos depende exclusivamente
de la existencia de altos ingresos petroleros.
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Definitivamente
no tienen remedio. El fanatismo no sólo embrutece a la gente, los vuelve locos.
Ahora, en la más fiel tradición de la neolengua totalitaria que describió tan
bien Orwell, el canciller del gobierno fascista que actualmente ocupa el poder
acusa, como orador de orden en la Asamblea Nacional a cuenta del 5 de julio, ¡a la oposición
democrática de fascista! Ese mismo canciller, que un alarde fascista típico
exclama que “tenemos patria” mientras el país se cae a pedazos y se activan de
nuevo los dispositivos represivos contra las fuerzas democráticas, no tiene la
menor vergüenza en acusar una y otra vez a éstas de lo que él y su camarilla
encarnan tan bien. Ya hemos hecho referencia a la necesidad que tiene el
gobierno de “proyectar” sus perversiones en los demás, en un vano intento de
“limpiarse” de aquello que más detesta porque los identifica como lo que son y
no como dicen ser, pero la aplicación de la neolengua Orwelliana augura un paso
más allá en la implantación del totalitarismo, que nos obliga a tomar medidas
en resguardo de las libertades civiles de la democracia.
“La guerra es la paz; La libertad es la esclavitud; La ignorancia es la fuerza”.
Humberto García Larralde |
Humberto García
Larralde
Economista, profesor
UCV.
Correo: humgarl@gmail.com