Laura Solórzano, en twitter: @LauSolorzano, me hizo
llegar un conjunto de comentarios sobre mi artículo anterior Intentando entender, los cuales
agradezco porque obligan a meterse en temas profundos, sensibles e
indispensables. Me llamaron poderosamente la atención porque son el reflejo de las preguntas, dudas y comentarios que se escuchan a lo largo y ancho del país sobre los problemas políticos que merecen ser analizados y discutidos públicamente a profundidad. Por esta razón me tomé el atrevimiento de publicar esta respuesta donde intentaré dar planteamientos base, para ser analizados y
discutidos, a los puntos que me resultaron neurálgicos de sus comentarios.
“¿Cuánto más aguantaremos?”
Se aguanta en tanto hay
adaptación, se deja de aguantar cuando ocurre un suceso brusco y de alto
impacto que no permite la adaptación de la mayoría, y esta mayoría reacciona.
Pero esta reacción depende de una minoría que en su natural reacción ante el
evento tenga la fuerza suficiente para iniciar los acontecimientos. El problema de
fondo es que esa mayoría no es patrimonio de ninguno de los bandos; y a las
dirigencias de estos bandos no les conviene que una minoría vanguardista inicie
los eventos. Ahora bien, el asunto es que en el caso nacional esa vanguardia
necesita de algunas cualidades y capacidades que hoy no se ven; pero ante un
hecho de impacto podría surgir rápidamente. En todo caso, las claves son: resistirse al cambio, no
adaptarse, construir la mayoría, la vanguardia y anticiparse al evento; porque la situación
de precambio está planteada.
“¿No es esto la versión criolla y tropical de la muerte de la rana?”
No, porque esta rana
[Venezuela] no muere pase lo que pase; los países y las sociedades “mueren”
solo cuando son colonizados o cuando se dividen, el conflicto social, cultural,
económico y político de nuestro país está ausente de ambas cosas. ¿Qué sí puede
pasar? Que la sociedad se depaupere aún más en lo económico, que los vicios
sociales se acentúen, se restrinjan más libertades y la violencia gane más espacio. Aún en ese escenario
siempre se puede reaccionar, se puede hacer disidencia, incluso, se podría
estar en mejor condiciones para la lucha real. En todo caso, lo que nos ocupa no es que se muera la rana, sino que hay
que matar al escorpión.
“Los partidos no aguantan que se les diga la verdad”
Los partidos son síntesis sociales para la toma del poder, personas que
se unen en una lucha para gobernar, a veces los une una ideología, un programa,
o un interés, etc.; pero como en el fondo provienen de la sociedad, los vicios
de la sociedad se recrean en los partidos. Recuerda que la MUD existe porque los
partidos están débiles, ninguno por sí solo puede enfrentar al gobierno, los
partidos no han solventado sus propias crisis, al contrario, se han agravado. Por
otro lado, un régimen político no es solo el gobierno, un régimen político es
la suma e interacción de una forma de hacer política que permea en todas las
instituciones de la sociedad. A ti que te gusta el fútbol puedes ver como
Esquivel es un Chávez, conduce su institución a la manera chavista, pero, en
otras instituciones como la Federación Médica ocurre lo mismo, tienes a León Natera,
y en la UCV tienes a Cecilia, así en un sinfín de organizaciones e instituciones
nacionales de toda índole; si vamos al terreno de lo político, cuyas aristas
más visibles son los partidos, cada partido tiene su Chávez: Henry Ramos, Julio
Borges, Omar Barboza, Andrés Velásquez, Felipe Mujica, Gabriel Puerta, Leopoldo
López; ahora, súmale eso del Caprilismo
y verás que la sociedad como conjunto se maneja a la manera de Chávez, porque
hasta los Pranes funcionan como el
arañero de Sabaneta.
De tal manera que no es que “Los partidos no aguantan que se les diga la
verdad”, no, es que en este régimen político ir contra el caudillo, contra
los intereses de la macoya es un delito, cualquier activista o dirigente que no
acate esa ley no escrita es atacado moralmente y desterrado. El problema es el Régimen Político.
“La generación de los merecidos”
Recuerda que esta generación
nació a finales del siglo XX en un país donde todo llega tarde, la tv por
suscripción y el internet brillaron por su ausencia en esa Venezuela; y cuando
llega, llega a la clase media y alta, lo que trajo como consecuencia que en la
infancia y adolescencia temprana de esta generación se divida en dos, en los
que se criaron con tv por suscripción, internet y celulares; y los que no.
Ahora que hay mayor penetración (hay quienes siguen sin acceso directo a esto)
se visibiliza la contradicción cultural entre ambos sectores. Si a eso le
añades que a finales de los 80’s y los 90’s todo el mundo quería a darle a los hijos lo que no tuvieron, en medio de una gran
desigualdad económica, académica y cultural en el seno de una sociedad de padres ausentes, vemos hoy que esta no es una generación para la lucha colectiva, es una generación
circunscrita en el nuevo orden mundial
decretado en los 90’s a la venezolana, una generación para el consumo en un
país rentista.
Para que esta generación asuma
luchas colectivas debe dejar de lado el individualismo y el pragmatismo, tener más
empatía social; lo cual es difícil cuando el bombardeo individualizante es tan
bestial. Sin embargo, los menores de 30 años no recuerdan con exactitud lo que
es vivir una crisis económica o no la han vivido, apenas estamos entrando, las
crisis económicas traen cambios colectivos, para bien o para mal. Puede ser que
tomen conciencia colectiva y se asuman como fuerza transformadora o se
conviertan en caníbales en las colas para comprar alimentos. A final de
cuentas, una u otra tendencia está determinada por lo que se haga ante los
eventos puntuales, y si ocurre un evento puntual gigantesco habrá que tomar
decisiones. Lo realmente importante es
cómo podemos influir para que se tomen decisiones políticas individuales y colectivas
correctas.
¿Qué pasa cuando la gente no entiende que hay que sacrificar algunos intereses personales para lograr un bien mayor?
Cuando la gente no entiende
actúa por inercia, siguen las tendencias, son susceptibles a los aparatos de
psicología de masas, a la mentira, a la presión, al chantaje, al miedo; es decir, es seguir
viviendo bajo el régimen político, que de no darse un quiebre histórico se va a
convertir en cultura nacional. Por eso es indispensable tener un
comportamiento, una actitud, decisiones preconcebidas, posiciones, ideas que
rompan con ese pensamiento político de forma radical. Hoy, apostar a más
individualismo, a pensar en uno mismo, a creerse más que
los demás, es abonar el terreno para una mayor depauperación social y cultural
en el ínterin de la crisis económica. Solo
quienes puedan presentarse con hechos como personas, activistas y dirigentes
distintos pueden tener fuerza moral e intelectual para ser referentes en un
momento de precambio político.
¿Se puede lograr? ¿Cómo se logra eso?
Por supuesto que se puede, de
hecho, estamos en vías de llegar al mejor momento para hacerlo, los
descontentos así lo indican; el tema es que es difícil, no solo es el cómo, sino en el qué y el por qué.
Primero, el por qué, es necesario tener una definición del por qúe estamos haciendo esto, en la
sociedad venezolana las intenciones son tan fuertes como las acciones, decir “porque
no me gusta” o “porque puede ser mejor” no basta, el por qué tiene que estar
imbricado con motivos objetivos y concretos, sin misticismo, sin metafísica,
sin “sueños”. Venezuela necesita motivos
que puedan unir voluntades diversas más allá del “progreso”, es decir, hay
que definir y convencer de esa definición.
Segundo, el qué, si hay algo que no está para nada claro es qué vamos a
hacer si se monta la oposición, esta dirigencia opositora. Se
ha apostado a captar rechazos sin respuestas concretas, la desconfianza, el
escepticismo y el rechazo hacia la oposición, y hacia el cliché del ser opositor
ha sido y es una gran limitante. Venimos de perder una valiosa oportunidad en
abril porque se nucleó votación en torno a la posibilidad de cambio, no en torno al
cambio en sí mismo porque no fue planteado. El programa MUD es prácticamente desconocido
y el de Capriles incluso tiene puntos ocultos como lo económico y lo del tema
de la inseguridad. Si no tenemos respuestas para quien no le basta que le
digamos que este gobierno es malo estamos estableciendo nuestros propios
límites cualitativos y cuantitativos. Urge
crear un planteamiento de país que responda a TODAS las necesidades y deudas
sociales, y que al mismo tiempo impulse un cambio económico y cultural
necesario para la solución real de los problemas.
Por último, el cómo, en un ambiente de tanta incertidumbre
hay que tener estrategia de largo alcance, pero estando preparados para que en
caso de un evento de quiebre pueda ser útil al cambio planteado. En cualquier
escenario es indispensable la construcción de una mayoría que se asuma como
agente de cambio, y que de la misma surjan ideas y personas que puedan conducirlas, hay que sembrar conciencia;
para esto es necesario que el qué
y el por qué sean de construcción
colectiva, que la gente sienta suyo el cambio, que se convenza que es posible
si participa, es decir, es aplicar la democracia en el seno del
movimiento disidente, romper con el pensamiento y métodos del régimen político
actual desde las bases, en el más mínimo detalle; si el agente de cambio funciona
igual que sus predecesores está condenado al fracaso. Esto no es posible si no acumulamos
un tejido social fuerte que nos permita organizarnos, pero no la organización
política tradicional, no, se trata de una forma de organización que permita
emular la transición de la sociedad viciada a la sociedad del cambio. Una forma
de organización donde la unidad sea real, popular, donde la unidad se dé en
torno a las necesidades y planteamiento sociales, a objetivos nacionales de
largo aliento, que la política no se determine por los intereses de los
dirigentes u organizaciones, donde se sustituya la jefatura por el liderazgo
colectivo, donde burocracia no sea una camisa de fuerza, donde se valore a la
persona sea cual sea su capacidad y su realidad, y, muy importante, donde se
recreen el menor número de vicios sociales y que los mismos sean combatidos aún a
costa de perder fuerza.