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Yo no conozco una Venezuela segura ni próspera, desde que tengo uso de razón mi país está mal, terminé mi niñez en una familia con problemas económicos y viendo por televisión los saqueos del caracazo, y entré a la adolescencia con esos problemas económicos agravados y viendo por televisión dos intentos de golpe de estado. Siempre con el fantasma de la violencia y la inseguridad a nuestras espaldas y hospitales en el suelo. En mi casa, una promedio donde la madre es papá y mamá al mismo tiempo que trabaja todo el día para medio comer atravesamos los 90’s, sí, esa década donde la inflación fue desbordada, con la firme idea de estudiar y superarnos, a pesar de los errores y las duras condiciones adversas entramos al milenio con Chávez en el poder y sin muchas perspectivas de que la cosa mejorara, pero mejoraron un poco con estudio, trabajo y lucha, porque me crie en una Venezuela donde se vive luchando, donde los débiles fracasan, donde huir de la realidad no es una opción.

El 6 de diciembre de 1998 como a las 11 a.m. al salir de votar por Irene Sáez, pensé “este tipo va a ganar y el país se va a poner peor”, y se puso peor porque el descalabro político y económico del sistema anterior generó un resentimiento que dio pie a que este señor hiciera todo lo que hizo y nos dejara esta amarga herencia social y económica. Herencia de la cual muchos venezolanos fueron y fuimos responsables porque se le dio un cheque en blanco a un militar resentido para que volviera la Venezuela de los 70’s, la de la bonanza petrolera, y como en aquel momento, eso solo sirvió para que una minoría se enriqueciera y concentrara poder mientras le lanzaban migajas a las mayorías con la ilusión de que todo mejoraría, y a final de cuentas… El país quebrado, la sociedad más fracturada y los problemas agravados nuevamente.

Los que fuimos y somos críticos de la IV y de la V desde sus inicios, que nunca estuvimos pendientes de esas migajas, que siempre hemos estamos pendientes de evolucionar nosotros mismos, que nuestras familias y amigos progresen y que el país avance hemos encontrado límites en los gobiernos, pero en la gente también. Lo afirmo con dureza porque es cansón ver tanta gente ensimismada odiando todo, exigiendo un cambio del cual no son partícipes; a veces creo que estos venezolanos que odian Venezuela y a los venezolanos son el principal límite para que cambiemos, porque siendo honestos, siempre reflejamos nuestras miserias humanas y las justificamos con la situación país, muchos creen que como la situación sociopolítica está mal hay licencia para odiar y que ese sacrosanto derecho de putear a todo el mundo se legitima con el uso pernicioso de las redes sociales, pero ni de vaina le dicen eso en su cara a nadie.

Molesta que haya venezolanos que exigen cambio lanzando maldiciones a todo el mundo, que no se reconozcan en la tierra que les vio nacer solo porque estamos en mala situación, que están convencidos que el país ideal se concibe solo oyéndose ellos mismos y metiéndoles sus miserias a los demás para sentirse por encima del promedio y alimentar su ego deteriorado. Que en vez de rectificar en sus errores sociales y políticos se aferren a un orgullo que no sirve de nada. Que busquen un papá “Líder-Estado” que les soluciones sus necesidades, porque hay gente que lo que le molesta del gobierno es que no los pusieron donde hay o los que reclaman su derecho de lucrarse de la corrupción. Los que exigen a los activistas y líderes lo que ellos no harían ni se lo permitirían a sus hijos. Esos cuyo principal resentimiento es haber montado a Chávez y ahora se dan golpes de pecho. Esos que llaman a la calle y a golpes de estado desde su lujoso apartamento o su casa en el extranjero y que nos exigen que seamos carne de cañón. Los que piden que bajen los cerros, pero no llaman a su familiar que viven en el barrio para felicitarlo en su cumpleaños. Los que hablan mal de los que hacemos cola pero están en el banco haciendo la cola para CENCOEX o SICAD. Los que critican a los que están en las misiones pero compraron el cupo en una universidad pública para al graduarse irse al extranjero. Los que piden respeto a los derechos humanos pero se burlan cada vez que se muere un chavista. Los que creen que por tener un empleo están haciendo algo por el país, como si donde sea que vivan no tuvieran que trabajar para comer. Los que se creen superiores porque estudiaron o porque leyeron unos cuantos libros. Los que critican a los que tienen “un rancho en la cabeza” teniendo su casa desaseada y no dan ni los buenos días. Los que se quejan de los bajos sueldos pero ni se les ocurre pedir un aumento. Los que se quejan de la mala educación pero protestan a los profesores cuando los reprueban. Podría continuar y hacer interminable esta lista, pero no es mi objetivo.

Mi objetivo es que se entienda que necesitamos sentido de pertenencia, que nuestro país nos duela, nos guste o no este fue el país que construimos por generaciones, que si bien es cierto que el gobierno y sistema político agravaron todo esto, no es menos cierto que por apoyo u omisión ellos son un reflejo de nuestra sociedad. Que comprendamos que nadie está por encima de nadie, que esa división que generamos en nuestras mentes a punta de propaganda política es falsa. Que asumamos que todos, en mayor en mayor medida, sufrimos los mismos problemas y tenemos los mismos temores y deseos, y que en comunidad somos más fuertes para afrontar las realidades y lograr cambios reales. Que demos la cara a la vida y al país dejando atrás el resentimiento y las heridas, que necesitamos sanar como sociedad para no desaprovechar las oportunidades de cambio que se avecinan. Que dejemos de ser una sociedad de justificaciones y búsquedas de culpables para ser una sociedad autocrítica y reflexiva capaz de corregir sus propios errores para luchar de forma correcta y alcanzar las metas que nos propongamos.

Creo firmemente que existen posibilidades reales de darle un rumbo serio a Venezuela para convertirnos en una sociedad de bienestar, desarrollos y paz, también entiendo que esto solo será posible si cambiamos de gobierno y de sistema político; pero… Para eso, tenemos que superar la historia reciente y escribir en sociedad una nueva historia.

Si usted continúa con sus acciones y omisiones viviendo en los vicios del sistema social es parte del problema, si rompe con esa visión y asume otra actitud es parte del cambio, usted decide.

Las decisiones de los pueblos son la suma de las decisiones individuales de sus ciudadanos.

 

Por Julio Jiménez Gédler 

En twitter: @Juliococo

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