Montevideo, 26 de Marzo de 2014.
Exmo. Sr.
Andrés Izarra
Ministro del
Poder Popular para el Turismo
República
Bolivariana de Venezuela
Soy un ciudadano de la República Oriental del
Uruguay, que visitó la República Bolivariana de Venezuela entre el 23 de
Febrero y el 23 de Marzo del presente año. Escribo estas líneas preocupado,
como Latinoamericano que soy, del tratamiento al turista que recibí. Inspirado
en este motivo, decido ponerle al tanto de mi experiencia en el país, esperando
que, en mi próxima visita, pueda ver un desarrollo mucho mayor del turismo.
En primer lugar, decirle de las dificultades que
tuve para conseguir todo tipo de información turística en la web de la marca
país Venezuela. Me
resultó muy poco exhaustiva en cuanto a la información que se brinda. Mucho más
si hablamos de elementos multimedia, como videos, a los que sólo se accede
mediante un registro previo y que, una vez en la videoteca, se puede acceder a
sólo uno. Otro tema alarmante es la falta de mapas de las ciudades y de sitios
de interés turístico. Sólo tres ciudades cuentan con mapas accesibles a través
de las páginas de las Corporaciones estaduales de Turismo: Guanare, Mérida y
San Cristóbal. Encontrar un mapa de ciudades como Caracas o Maracaibo es todo
un desafío, el cual sería interesante que Ud. incursionara. En definitiva, la
web oficial más importante del turismo de Venezuela, es, cuanto menos,
limitada. Basta entrar a las páginas de otros países latinoamericanos como
Chile, Ecuador, México, Panamá o Uruguay para notar
la diferencia. Considerando que previo a cualquier viaje, los turistas solemos
hacer búsquedas, muchas veces exhaustivas, de información general, mapas y
otros contenidos, creo que su cartera debiera explotar este fuerte medio para
desarrollar el turismo.
Este panorama bastante infértil para el desarrollo
turístico mostrado en la web del ministerio que Ud. dirige, no se vuelve mucho
más alentador si se decide explorar las páginas de las Corporaciones Estatales
de Turismo. Un ejemplo emblemático es el de la web de la Corporación de Turismo de
Bolívar, que se encuentra tan desactualizada, que aún figura el
calendario de juegos de la Copa América de 2007. Si ese ejemplo aún no es
suficiente, la Corporación
de Turismo de Anzoátegui, aún con una página más elaborada, al entrar
a sectores como “Atractivos turísticos”, un gigantesco error 404 trunca toda posibilidad de acercarse a los destinos del
Estado Anzoátegui.
Una vez que llegué a Caracas, me dirigí a la sede
del Ministerio que Ud. dirige, en el Municipio Chacao, sobre la Avenida
Francisco de Miranda. Fui en busca de un mapa del centro de Caracas, así como
para evacuar algunas dudas sobre el Parque Nacional Waraira Repano y recibir
recomendaciones turísticas. Ni bien me acerqué a la reja exterior del edificio,
un guardia del Ministerio salió a mi encuentro, impidiendo el acceso al
edificio, recibiéndome con un tosco “¿qué quiere?”, al explicarle los motivos
por los que me acerqué a la sede ministerial y haciendo una respuesta que
reducía todas mis necesidades a un mapa, respondió “ahora no hay, venga en 15 días”
(Si el Ministerio no cuenta en su poder con papel para imprimir mapas, podría
ser una gran idea tenerlos digitalizados para que los visitantes los podamos
llevarlos en nuestros equipos electrónicos o imprimirlos, si es necesario).
La atención, que fue muy grosera, dejó en mí una
primera mala impresión del tratamiento que desde las oficinas del estado se les
da a turistas que, como yo, creemos en Venezuela y decidimos vivirla y
recorrerla, aun estando en una situación poco propicia para el turismo. Tan
mala es la imagen, que mi agente de viajes, al solicitarle un pasaje para
Caracas, se asombró y me recomendó que no visitara Venezuela, que debería de estar
muy seguro para llegar a Caracas y que hacía años que no vendía a un uruguayo
un pasaje para la Sucursal del Cielo. Ya me había sorprendido que The
Washington Post colocara a Venezuela junto a Irán, Bolivia, Pakistán,
Mongolia y otros países en los que tienen la peor recepción a los turistas de
todo el mundo. Esto es cierto pero en partes. El pueblo venezolano a mí me hizo
sentir muy cómodo y como en mi casa. El trato negativo y absolutamente
repudiable lo recibí únicamente de funcionarios del Estado. No me sorprende en
consecuencia la baja afluencia de turistas, que
Ud. ubica en 1.200.000, incluyendo a los propios venezolanos
radicados en el extranjero. En ese mismo período, países más pequeños y/o menos
diversos que Venezuela lograron cifras muy superiores, como Costa
Rica, Guatemala o Uruguay.
Sinceramente, me indigna y me costaba entenderlo, hasta que lo viví en propia
piel. Sólo persiste la indignación. Siendo tan grandiosa y agraciada como lo es
Venezuela, no puedo creer que seamos tan pocos los que nos atrevemos a nadar en
sus entrañas, a descubrir sus sonrisas, sus aromas, sus colores.
En lo que respecta al trato poco amable que se
recibí por parte de funcionarios públicos venezolanos, le ejemplificaré con una
muy desagradable situación que viví en el Estado Táchira. El día 10 del corriente mes, me encontraba en
San Cristóbal y tuve que cruzar a Cúcuta para recibir un giro de dinero, debido
a la incapacidad de cobrarlo en suelo venezolano. Al llegar a la frontera,
sellé mi salida de Venezuela y enseguida, mi entrada en Colombia. En el puesto
de Migraciones de ese país, consulté si podía ir y regresar en el mismo día. La
funcionaria colombiana me aseguró que no tendría ningún inconveniente. Mi
recorrido en Cúcuta se limitó a cobrar el giro, cambiar los pesos colombianos
en bolívares y regresar a San Cristóbal. Al regresar a la frontera, sellé mi
salida de Colombia y, al entrar en Venezuela, me negaron el ingreso, alegando
“que no había pasado veinticuatro horas fuera del país”. Me pareció algo
delirante, siendo que soy un ciudadano Mercosur y que en virtud de los acuerdos
entre los Estados Parte, yo podría hasta solicitar una residencia provisoria
con sólo exhibir mi pasaporte. ¿Cómo puede ser que pueda radicarme en un
miembro Mercosur pero que no pueda entrar y salir libremente? Al encontrarme
con la negativa del funcionario del SAIME en San Antonio, solicité llenar una
tarjeta Andina, ya que, antes de partir de Uruguay, desde el Consulado de la
República Bolivariana de Venezuela en Montevideo me aseguraron que podría
ingresar en Venezuela con sólo presentar mi Cédula de Identidad uruguaya.
Tampoco accedieron, alegando que “debería ingresar a Venezuela por tierra”.
Dos cosas, la primera, es que desde Colombia estaba
ingresando por tierra y, la segunda, ¿Es factible que el Consulado me asegure
el ingreso sólo con mi cédula sin aclararme que debería entrar por tierra, es
decir, realizar en coche un viaje de 7.274 kilómetros entre Montevideo y
Caracas? En todo caso, el taxi en el que viajaba y donde había más pasajeros
debía continuar. El taxista me aseguró que podía devolverme a la posada donde
me alojaba y a la mañana siguiente, podría regresar a sellar mi ingreso. En
base a esto, seguí viaje. En la primera alcabala, un GNB en un sospechoso
estado que le llevó a estar unos diez minutos sin pestañar, solicitó mi cédula.
Acaté y, extrañado por la clase de documento que le presenté, me preguntó:
“¿qué verga es esto?”; mi cédula, respondí. A continuación, me hizo bajar del
taxi y comenzó a registrarlo y me exigió el pasaporte (lo que no coincide con
la respuesta que me dieron desde el Consulado venezolano en Montevideo). Al
verificar la ausencia del sello y aunque le expliqué toda mi situación, me
indicó que me conduciría a una oficina del SAIME para que me otorguen “un pase
de deportación”. Una de las chicas que iba en el taxi, originaria de San
Cristóbal y acostumbrada a la zona de frontera, le preguntó: “¿cuánto es?
¿Cien? ¿Doscientos?”. A lo que el GNB respondió “hoy no estoy buscando reales”.
Después de casi diez minutos revisando todo el auto y de hasta pedir esposas
para colocármelas, hizo que el taxista abriera el capot y, resguardado con él,
algo se dijeron y el GNB le dio mis documentos al taxista, a la vez que me
ordenaba que ingresara en el coche “o me deportaba inmediatamente”. Casi una
hora en un estado al borde del pánico fue el saldo de tan lamentable situación,
que para muchas personas hubiera sido suficiente para tomar el primer vuelo y
regresar a la tranquilidad del Uruguay. Al día siguiente, al ir a sellar mi
pasaporte en San Antonio en un taxi, mientras discaba el número de emergencias
consulares de Uruguay por si acaso recibía algún otro abuso en la frontera, el
conductor me puso en evidencia el nivel de corrupción de esa frontera.
Cincuenta bolívares es la “cuota” que pagan aquellos que contrabandean con
harina, aceite y otros productos, por cada bolsa que transportan; trescientos
bolívares es lo que aportan quienes contrabandean gasolina. Es alevoso y
aterrorizante el nivel de corrupción de esa frontera. No creo que ningún
turista decidirá entrar por ese paso. Y pensándolo bien, creo que por el de
Zulia-La Guajira, tampoco.
Estando yo en un taxi en la carretera rumbo a San
Rafael del Moján, a la altura de Santa Cruz de Mara, el taxista se detiene por
un pequeño embotellamiento y veo una situación alarmante: una camioneta de las
que tienen un importante tanque de combustible y afuera su conductor
entregándole dinero a un GNB. Si me permite una metáfora un tanto soez, podría
decir que la corrupción en las fronteras de Venezuela es como una película
pornográfica, tiene muy poco de sensual y mucho de explícito. Con los
ciudadanos tanto de Zulia como de Táchira con los que tuve una conversación al
respecto, me aseguraron lo común que son esas escenas y una idea recurrente:
“todo el mundo lo sabe”.
Regresando a temas exclusivos de la cartera que Ud.
dirige, quería comentarle mis experiencias en los hoteles Venetur de Maracaibo
y de Mérida. Al
final de esta carta, podrá encontrar fotografías que avalan mis
palabras, así como las facturas con mi nombre y apellido, que
demuestran que definitivamente yo consumí estos servicios.
Los vecinos más añosos o con buena memoria de
Maracaibo, recuerdan al Hotel del Lago como lo máximo, lo exclusivo, el lugar
donde se hacían las mejores fiestas y donde todo el mundo quería estar
presente. Fue impactante para mí el estado de ese hotel, en el que me hospedé
cuatro noches. En cuanto a la habitación, estaban en una paupérrima situación.
Sillones con quemaduras de cigarrillo, marcas de vasos, cortinas y alfombras
sucias entre otras asquerosidades que me sugieren que las “cinco estrellas” del
Venetur Maracaibo, sólo se perciben si abría la ventana de la habitación en la
noche y las contaba en el infinito cielo del hemisferio norte. Ah, y como
detalle final, en dos oportunidades se me calló un panel del techo del baño de
la habitación. Lejos de tener algún tipo de cortesía, se limitaron en la
segunda oportunidad de cambiarme de habitación.
El resto del hotel no estaba en mucho mejor estado,
los manteles y servilletas del restaurante estaban manchados, la piscina estaba
en un calamitoso estado de limpieza y las reposeras en donde se debería de
disfrutar cómodamente, o estaban sucias o les faltaban retazos. Y todo esto a
un precio de más de dos mil bolívares por noche. Sinceramente creo que si son
hoteles del Poder Popular para que los ciudadanos puedan vacacionar en su país,
con un sueldo mínimo de poco más de tres mil bolívares, dudo mucho que sea el Poder Popular el que se aloje en ese hotel.
Para gastar una cifra así, los sueldos de los huéspedes debieran tener cinco
cifras, al menos.
En Mérida también decidí hospedarme en un hotel de
la cadena Venetur. Este hotel de tres estrellas, estaba en tan mal estado como
el de Maracaibo. La habitación tenía la puerta rota, un caño de agua explotado
que, al abrir el grifo para lavarme las manos, inundó toda la habitación. Le
faltaban las puertas del ropero, tenía el espejo y las cerámicas dañadas entre
otros detalles que dejan en relevancia el deplorable mantenimiento de estos
hoteles.
Los manteles del restaurante también estaban
manchados, los sillones del lobby rotos al igual que todos los porta-lámparas
de luz del pasillo y hasta una ventana que, habiendo recibido un impacto de
piedra, no se molestaron en reponer ni tampoco en cubrir con un nylon, al
menos, para evitar el ingreso de viento y de lluvia.
Sinceramente, le pido como turista y como
latinoamericano que ama a Venezuela, que mejore la calidad de los hoteles de
Venetur. Son una tarjeta de presentación del país y con el estado que tienen,
dejan en evidencia lo inadecuada de la infraestructura del país para la
recepción del turismo.
Me animaría a decirle que las pequeñas posadas
privadas, que cubren algunas carencias de infraestructura con un excelente
trato, además de tener un precio más conveniente, estaban en mucho mejor estado
que el Venetur. Como ejemplo, le cito la Posada Pirineos de San Cristóbal, la
Posada Narhuaca de Santa Ana de Coro y la Posada Kaori de Ciudad Guayana. Estos
lugares dejan mucho mejor parado al país que los hoteles que deberían ser los
abanderados del turismo en Venezuela.
Pero como no todo es negro en la vida, quiero
aprovechar para reconocer a la única Corporación de Turismo venezolana que da
un tratamiento humano y cálido como se debe dar a los turistas. Se trata de
CorFalTur, la Corporación Falconiana de Turismo. En esa institución recibí un
tratamiento más que satisfactorio, evacuaron todas mis dudas e incluso me obsequiaron
una completa guía bilingüe con cada destino turístico de ese maravilloso estado
de Falcón. Mi reconocimiento para su personal que realmente saben tratar a los
turistas.
Por último y antes de terminar, quería hacer notar
algo ya que estoy hablando de Falcón. En uno de los pueblos costeros más bellos
de Venezuela, La Vela de Coro, Patrimonio Cultural de la Humanidad por la
UNESCO, los vecinos se encargaron de montar un museo que se mantiene con sus
propios aportes y que tiene una estética y un contenido, además de la calidez
de sus guías, que no temo decir que sobrepasa al tratamiento que recibí en el
Ecomuseo del Caroní, en el Estado Bolívar. Estos vecinos no reciben un sólo
bolívar ni de la UNESCO ni del Ministerio de Cultura. Me consta que no es una responsabilidad
de su cartera, pero la cultura también es turismo y sinceramente creo que hacen
muchísimo mérito en esa institución para tener el respaldo del Gobierno ya que
sin dudas aportan no sólo a la cultura, sino a la captación de turistas para La
Vela de Coro.
Cierro esta carta preocupado por Venezuela pero
también con algo de alivio, sé que estoy haciendo lo correcto y espero
sinceramente que Ud. entre en contacto con las realidades que pretendí dejar
sobre la mesa. De corazón se lo digo, Venezuela merece estar en lo más alto en
cuanto a turismo. Eso depende de todos, pero Ud. tiene la responsabilidad de
construir la Venezuela que quiere ser “el destino más Chévere” en lugar de “el
destino más chimbo”.
Atentamente.-