Hace unos días conversaba con un familiar, este familiar
por los años de 2002 fue profundamente opositor; en esta conversa me hablaba de
las bondades de un alcalde del PSUV para el cual trabaja. Me sorprendí
muchísimo de oírlo decir esas cosas, no me aguanté y le pregunte:
-
¿Ahora
eres chavista?
Me respondió:
-
Mi hijo
al nacer casi se me murió, si los chavistas no me hubieran ayudado se me muere
el muchacho, desde allí estoy comprometido con el proceso.
Repregunté:
-
De
verdad, en algo andas que ahora te metiste a chavista ¿Qué es?
Sin dudar, apuntó al niñito que andaba corriendo en
interiores y me dijo:
-
Mira, esa
es la razón por la que estoy con Maduro, allí va corriendo.
Cuando comencé a decirle varios barbarismos de este
gobierno, me interrumpió con voz fuerte, me dijo:
-
Yo no sé
ni quiero saber, no hablemos más de esto.
Arranco este escrito con esta anécdota para entrar en un
tema bien fuerte, cómo decide el ciudadano su intención político y su voto.
Esta conversa me perturbó mucho porque tenía cientos de argumentos que decirle
a un ser querido para intentar corregir su postura política y terminé
silenciado por un motivo demoledor.
Lo cierto es que las relaciones entre humanos son
comerciales, todos hacemos algo a cambio de algo; vendemos nuestra fuerza
laboral (física y mental) a cambio de un salario, estudiamos a cambio de
conocimiento y un título, nos enamoramos y formamos pareja a cambio de
felicidad, hacemos ejercicios a cambio de diversión y beneficio físico, es como
dice el refrán “No hay almuerzo gratis”.
La intención política y el voto no puede ser de otra
manera, apoyamos o rechazamos ideas y personas a cambio de algo, algo pasado,
presente o futuro; y los que ingresamos en la lucha política también, lo
hacemos buscando algo. Entonces lo que nos diferencia es ese “algo” que
queremos, que necesitamos, o que buscamos. Ese “algo” puede ser un país próspero
y seguro, como también puede ser una venganza, o una casa; cada quien, cada
familia, tiene su propia perspectiva y percepción de sus necesidades.
Todo esto genera la desagradable sensación que este tipo
de personas, con su voto, y dirigentes que son más de lo mismo, nos arruinan la
vida a todos; porque deja de importarles el deterioro del país, de la sociedad
solo porque ellos obtienen algo, algo que no tendrían en otro gobierno, mucho
menos en otro sistema político. Entonces hoy me pregunto:
¿El régimen político venezolano es causa o consecuencia?
¿Qué porcentaje de la población se beneficia directamente del caos social y económico al punto que no le importa más nada?
¿Realmente necesitamos de esta clase de personas para que haya cambios en Venezuela?
Iré más allá:
¿Podemos criticar a quienes venden su voto?
Porque siempre se habla de compra de votos y de conciencia,
pero no se habla de quien los vende, porque todos quieren ese voto. Y yo no
creo que las personas vendan su conciencia, la conciencia que tenga cada quien,
sea cual sea, es la que les hace decidir su intención política y su voto.
Realmente no tengo las respuestas a estas preguntas, solo
intento contextualizar las elecciones ante esta realidad social y ver muy a
fondo cuan responsables somos como sociedad de lo que estamos viviendo y
sufriendo; de mi parte solo puedo decir que no soy como esas personas. No las
rechazo ni les tengo resentimientos, pero somos distintos, muy distintos.
Yo no quiero que me den una “ayuda” si mi hijo se enferma,
quiero que haya un sistema de salud de calidad y disponibilidad de medicinas e
insumos médicos; con profesionales dedicados y bien pagados.
Yo no quiero que me regalen una bolsa de comida, quiero
poder comprar mi mercado precio coherente con el salario y que haya
disponibilidad de productos.
Yo no quiero que me regalen una casa, quiero construirla
producto de mi trabajo, que hayan las oportunidades laborales y económicas para
eso.
Yo no quiero que me regalen un carro, de hecho, no quiero
tener carro; quiero que haya un sistema de transporte público eficiente.
Yo no quiero que me regalen un tanque de agua, quiero que
el servicio de agua potable corriente nunca se interrumpa.
Yo no quiero que me regalen un empleo, quiero tener un
empleo producto de mis habilidades y experiencia; donde se me evalúe por
desempeño, no por filiación política.
Yo no quiero que a mis hijos les regalen un cupo ni un
título, quiero que tengan una educación de calidad; y que obtengan lo que
esfuercen en base a sus capacidades.