"Al peso de los años lo eminente se rinde, que a lo fácil del tiempo no hay conquista difícil"
Calderón de la Barca
Debo ante todo advertirles que soy un militante de las corrientes
emancipadoras del hombre, del nuevo paradigma emergente. Quise escribir estas
palabras intentando develar para algunos incautos, lo que hay detrás del telón
de lo cotidiano, lo que apenas alcanzamos a ver de entre las “realidades inventadas”
que nos muestra el poder global y sus medios de desinformación. Hoy quisiera
conversar con ustedes de los límites del crecimiento, el límite en donde la
estupidez humana choca contra la contundente pared de la verdad de nuestro
sistema planetario, contra la ciencia. Límites del crecimiento se le llamó también
a un valioso y muchas veces escondido documento emitido por el Club de Roma en
1972, el cual contiene verdades lapidarias (no aptas para cardíacos)
relacionadas con el futuro que estamos construyendo.
En dicho estudio se modelaron posibles realidades futuras y
particularmente, se simularon datos que permitieran estimar las situaciones asociadas
a la producción de alimentos, crecimiento demográfico y disponibilidad de
recursos naturales (materias primas). Dichas estimaciones arrojaron resultados
profundamente alarmantes, por cuanto se obtuvo que en el año 2010, el
crecimiento poblacional aumentaría exponencialmente mientras que la capacidad
mundial de producción de alimentos, se acercaría a su zenit productivo; si
cruzamos estas dos variables podemos inferir que las crisis que están por
venir, tendrán alcances planetarios y que pudiesen inclusive “justificar” la
ocupación de territorios y países enteros por gobiernos y fuerzas militares de
países poderosos, y quién sabe cómo sucedería esto...
La única solución factible que encontraron los científicos para revertir
dicha tendencia cuando realizaban las modelaciones, consistía en “controlar las
tasas de natalidad a nivel mundial, eliminar el proceso de acumulación de
capital y el destino de todas las inversiones exclusivamente a la renovación
del capital existente” (Meadows y otros, Los Límites del Crecimiento, 1972).
Algunos investigadores comentan que el origen del problema no es el nivel de
población, sino la forma cómo nos relacionamos. Desarrollismo, productivismo y
consumismo, son palabras claves que nunca debemos olvidar cuando hablamos de
ecología. ¿Alguna vinculación con el capitalismo?
Hasta aquí todo va muy bien y hablamos de información incuestionable
desde la perspectiva del criterio científico universalmente aceptado; el
problema es que en el sistema capitalista, en toda la amplitud de su
significado teórico según Smith y otros “padres” de la criatura, no se consideró
la tendencia consumista inherente a los mercados en expansión, la cual hoy es
una realidad propia y necesaria para la subsistencia de dicho sistema
económico. Smith hablaba de las fallas del mercado entre otras debilidades de
sus propuestas, pero lo más grave, es que obvió que en este sistema, no podríamos
beneficiarnos todos...
Desde la mitad del siglo XX, aún los gobiernos más defensores del capitalismo
en todas sus variantes (Capitalistas de estado incluidos), han “descubierto
sorprendidos” que la industrialización y los sistemas de vida capitalistas
(modos energéticos de por medio), están ocasionando estragos en nuestros
sistemas ecológicos planetarios, muchos de ellos irreversibles, y se han dado a
la tarea de generar campañas efectistas dirigidas oprobiosamente a desviar la
atención hacia esfuerzos banales, como salvar a los árboles, a los manglares, a
las ballenas, a Kioto y pare usted de contar…
Esfuerzos enfocados en las consecuencias y no en la causa del problema.
Estas iniciativas, nos hacen sentir “cómodos” con lo que queda de
nuestras conciencias, pero lo cierto es, que no es más que una nueva ligereza
facilista que hemos decidido adoptar frente a una realidad incuestionable que
se nos presenta de frente, objetándonos como sociedad civilizada; es el nuevo
sofisma del capitalismo.
Es urgente que nuestras sociedades busquen nuevas soluciones más allá
del estado nación, de las actuales relaciones de capital-trabajo, más allá de los
intereses individuales y que comencemos a pensar honestamente en el colectivo,
en la aldea global actual y prospectiva, o que definitivamente dejemos de
mentirnos a nosotros mismos y aceptemos que hemos cedido vilmente y sin
protestar, a toda esta vorágine causal del calentamiento global y de toda clase
de aberrantes injusticias. La ecuación de nuestra realidad se nos muestra muy
fácil: capitalismo=mercados en expansión=crecimiento demográfico=sobreconsumo
energético y de recursos=calentamiento global=exterminio del planeta.
La conclusión es clara, o avanzamos hacia un nuevo contrato social que
contemple en la ecuación de la sinergia necesaria para la vida sostenible, a la
naturaleza y a todos sus elementos y que nos beneficie a todas las especies, o
los poderosos y los equivocados, nos arrastrarán con ellos hacia la hecatotombe planetaria...
¡Urge un nuevo paradigma!