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Acompaño total y rotundamente las declaraciones del nuevo vicepresidente ejecutivo de la república Aristóbulo Istúriz en cuanto pintar más de mil murales de Chávez por el país. Venezuela necesita ver el rostro de la violencia, la desidia y la pobreza, y no solo sus ojos escondidos ante la derrota y el quiebre moral, que es la consecuencia más clara de su obra.

Pintemos murales de Chávez en las paredes detrás de las largas colas que hacemos a diario los venezolanos y llenemos de afiches los anaqueles vacíos, para que los venezolanos puedan ver frente a frente gracias a quien padece las dificultades de no poder abastecerse, de perder empleos por largas colas y no poder pagar, por su pésimo poder adquisitivo, la canasta básica.

Pintemos murales del ex presidente con bata blanca y estetoscopio en los distintos hospitales, clínicas, CDI, ambulatorios, barrio adentro y demás centros asistenciales de salud, donde no hay reactivos, yelco, camas, suero y demás insumos. Llenemos de afiches las paredes donde la gente tirada espera ser atendidos y las distintas áreas llenas de contaminación y deterioro.

Pintemos murales en Uribana, en Rodeo, en Tocorón y Tocuyito, para que los reos que viven en hacinamiento y en condiciones pésimas, gracias a un sistema penitenciario que se ha convertido en otro guiso rojo, puedan ver la cara del culpable. Que se entreguen volantes con el rostro de Chávez cuando se vaya a pagar un secuestro o para que devuelvan un vehículo en las celdas de los pranes.

Pintemos murales del Comandante Eterno, con el Ché y Fidel, en todas las bases militares del país, para que realmente “Chávez viva” en el tutelaje cubano en nuestras fuerzas armadas, en la fobia a la meritocracia, en la corrupción interna de nuestros cuarteles. Que no se quede ni una bala, ni una peinilla y ni una lacrimógena sin su rostro. Que los venezolanos veamos de cerca el verdadero legado al ser reprimidos.

Pintemos murales de Chávez en todas las universidades sin presupuesto, en todos los salones para matar las ideas y los comedores para aguantar el hambre. Pero eso sí, que no queden clases donde profesores valientes hablen de las problemáticas del país y sus causas, que todos sepamos quien es el responsable, ya que no podrán tatuarnos a los estudiantes ese rostro en nuestros valientes corazones.

Pintemos a Chávez en todos los aeropuertos, dándole la despedida a todos los venezolanos que se van de su país al no ver un futuro claro. Que mire profundamente la cara de las madres que se despiden de sus carajitos. Que peguen afiches en las fronteras y puertos, que todos sepan que exportamos ingenieros, médicos, mentes y ganas de trabajar, pero que importamos corrupción y metemos contrabando.

Pintemos todos los barrios de rojo, sin derecho al pataleo, y pongamos la cara y el nombre de Chávez donde hay más pobreza en el país, que se sienta las promesas rotas de hace 15 años de sacarlos de ahí, de una casa digna y de servicios de calidad. Pero eso sí, pongamos el rostro de Chávez bien lejos de las mansiones de los boliburgueses para no incriminarlos.

Pintemos el rostro de Chávez en espacios revolucionarios, como morgues, cementerios y canales donde aparecen los asesinados de este país. Que se coloque a la entrada de Bello Monte, la morgue de Caña de Azúcar o en la forense de Maracaibo. Y aguantemos las lágrimas carajo, al ver al forense dándonos un volante también con el rostro de Chávez.

Los venezolanos tenemos varios rostros que nos llenan de orgullo y nos dan fuerza y dignidad a diario. Pero somos un país sin rostro en cuanto a culpables, es hora de pasar de ser un país sin rostro culpable a señalar al verdadero ideólogo y  creador de este desastre: Hugo Chávez.