Esta
tarea de aguantar a cada instante los embates de un gobierno inhumano y
tiránico, cansa. En lo personal, no me quiero imaginar mis días lejos de mi
familia, lejos de los abrazos de mi mamá y del refunfuño de mi papá. No me da
la gana imaginar que le pase algo a alguno de los míos y yo deba aceptar
resignada que ya encontrarán la forma de resolver sin mí. Este gobierno perverso
nos empuja, nos lanza, nos intimida para que huyamos o nos dobleguemos
resignados ante ellos, pero a mí no me da la gana hacer ninguna de las dos
cosas. Aquí nacieron mis padres, mi abuelos y los padres de mis abuelos; aquí
solté yo mi primer grito de vida cuando mi mamá logró parirme después de 48
horas de trabajo de parto; aquí estudié, aquí me enamoré, aquí conocí a los
hermanos que la vida me tenía deparados. Aquí me equivoqué, aquí caí, aquí me
levanté. Aquí he sido feliz, aquí he luchado por mí y por los demás. Este es mi
país, este es mi lugar y aunque parezca una acción quijotesca, aquí me quiero
quedar, luchando por lo que haya que luchar, porque nadie abandona lo que ama,
más aún cuando eso que se ama está enfermo y está sufriendo; yo amo a mi
Venezuela y no me da la gana abandonarla.
¿De qué me servirá irme huyendo de la bala infame de algún malandro o de las colas indignas para comprar comida? ¿De qué me servirá si aquí quedarán mi madre, mi padre, mi hermana, mi familia y mis amigos sorteando esas mismas dificultades? Yo no sufro solo por mí, yo sufro por ellos y si ellos sufren, yo lo seguiré haciendo esté donde esté
Las aves alzan vuelo y emigran de ese lugar que ahora es muy frío, que no tiene agua ni comida y que es una amenaza para sus vidas; mi instinto animal me grita que huya, yo también tengo miedo y rabia y desesperación... Pero a diferencia de las aves, los humanos podemos construir y transformar nuestro entorno.
Yo agarro mi miedo, mi desesperanza y mi desasosiego y los uno para entender la necesidad de cambio, no solo para mí, sino para los míos y cuando hablo de los míos hablo también de todo aquel que difiere de mi forma de pensar.
¿De qué me servirá irme huyendo de la bala infame de algún malandro o de las colas indignas para comprar comida? ¿De qué me servirá si aquí quedarán mi madre, mi padre, mi hermana, mi familia y mis amigos sorteando esas mismas dificultades? Yo no sufro solo por mí, yo sufro por ellos y si ellos sufren, yo lo seguiré haciendo esté donde esté
Las aves alzan vuelo y emigran de ese lugar que ahora es muy frío, que no tiene agua ni comida y que es una amenaza para sus vidas; mi instinto animal me grita que huya, yo también tengo miedo y rabia y desesperación... Pero a diferencia de las aves, los humanos podemos construir y transformar nuestro entorno.
Yo agarro mi miedo, mi desesperanza y mi desasosiego y los uno para entender la necesidad de cambio, no solo para mí, sino para los míos y cuando hablo de los míos hablo también de todo aquel que difiere de mi forma de pensar.
Hoy me
quedo, defendiendo un día a la vez mi soberano derecho de arrecharme, de no
resignarme y no doblegarme, porque ya que todos vamos a morir, asegurémonos al
menos de morir por lo que amamos.