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Las opiniones no son, ni tienen que ser del agrado de todo el mundo y precisamente eso es lo que  pondremos a prueba el día de hoy, ya que voy a argumentar una opinión tremendamente impopular en el mundo político contemporáneo, pero que, hay que pensar y alguien tiene que hacerlo. Antes de empezar, debo advertir que apuesto por dirimir los conflictos políticos en paz, a pesar de ser consiente que, permitir una agresión por omisión también es una forma de violencia.


Mi hipótesis es, que el exceso de pacifismo discursivo en la política venezolana, ha derivado en un incremento de la violencia cotidiana.


En teoría, son los estados los únicos que pueden hacer uso legítimo de la fuerzas (en nuestro caso: FANB, policías, GNB, entre otros) para ello se norman todos los procedimientos y el pueblo por temor a la falta o uso de las fuerzas del estado, evita cometer delitos, surgen las buenas costumbres y prevalece una moral compartida por todos. Pero, los gobiernos también deben temerle a sus pueblos, a la posibilidad de que convoquen la misma soberanía que le dio vida a la democracia (en la historia de la revolución francesa encontraran estos argumentos, nada pacíficos por cierto).


Ahora bien, el gobierno venezolano no le teme al pueblo, la ultima vez que se ejerció violencia, fue en manos de militares y en esa oportunidad el pueblo (con su violencia o posibilidades de violencia) estuvo del lado del presidente Chávez, entonces, pareciera que el gobierno, pagándole bien a los militares, no tiene de que preocuparse, total, el pueblo chavista (los que salieron a defender a Chávez el 13 de abril) podrá no estar con ellos, pero tampoco están con la oposición y la oposición desde entonces ha deslegitimado cualquier discurso violento, tanto, que el gobierno esta convencido de que la oposición ni siquiera se concentrará si ellos no lo autorizan y si lo hacen, será en Altamira o Chacaito, a lo sumo, lo que implica que, solo se preocupan por los eventos pacíficos, los burocráticos, los que implican elecciones, al punto, que ya ni se preocupan por hacer un buen o mal gobierno, es más, ya no se preocupan por gobernar, solo aparentan y se aferran al poder, porque de allí sale el dinero que paga sus mansiones y yates, pero, ¿preocuparse porque alguien les exija cuentas?, ni con la Asamblea Nacional nueva, lo que nos lleva a la cotidianidad violenta que tenemos hoy, la ineficiencia del gobierno, también se ha convertido en ineficiencia judicial (a conveniencia) y la delincuencia ya no necesita organizarse mucho para convertirse en la institución más solida de nuestro país, la única que reporta cifras en ascenso todos los días, negocio tremendamente lucrativo en el que, hasta policías, GNB y FANB están metidas y cuidado si el gobierno no recibe su tajada de todo eso.


Ahora, las malas noticias: Los delincuentes no vienen de otro planeta a trabajar todos los días en Venezuela, son venezolanos, están aquí, dentro de la sociedad, y por cierto, son humanos, es decir, también tienen necesidades: Comen, se visten, duermen y en su caso también tienen necesidades especiales (drogas, armas, balas, etc) y ¿Qué creen? También ellos sienten la escasez y tienen que cometer más crímenes porque también ellos pagan más caro muchas de sus necesidades. Por otra parte, el incremento de los delitos, evidencia la ineficiencia del gobierno, y justo en los momentos de mayor frustración de la gente (en las colas, en el metro, o en cualquier lugar de acumulación de ira) aparece un delincuente y es allí en donde la gente estalla en un linchamiento, que muchos, ya ni ven con malos ojos. Un tercer fenómeno violento, esta referido a los saqueos, que no se contabilizan oficialmente, por temor a que se multipliquen, pero que crecen como la espuma, tanto, que comunidades enteras, se disponen a asaltar cual piratas a los camiones con alimentos. A pesar de que los linchamientos y saqueos también son delitos, nadie puede ir detenido, eso incrementaría la violencia cotidiana, pero, mas grave todavía, la violencia esta pisándole los pasos al gobierno y en cualquier momento puede ser un evento violento, no político, el que defina todos nuestros destinos.


Ahora bien, este no es un llamado a la violencia política, ni siquiera en discurso, más bien, es un llamado a corregir, a generar un discurso firme, a dotar de contenido el pacifismo que profesamos, primero, ser pacifico no significa sentarse a esperar que todo se desmorone para luego construir sobre tierra arrasada, eso es tremendamente violento,  ni significa, esperar a que pase algo, eso es suerte y no podemos depender de la suerte, o tampoco, esperar a que los diputados resuelvan en la Asamblea Nacional, eso no solo es cómodo y oportunista, sino que, no va a funcionar, porque los diputados están en un conflicto de poderes que solo se resuelve con apoyo popular. Es decir, toca superar nuestros miedos, y eso también puede ser violento, aun en el marco de la protesta pacifica.


Sobre la protesta pacífica: Siempre es en avanzada, nunca en retroceso, no podemos confinarnos a protestar en donde el gobierno lo permita, eso sería ir en retroceso, la protesta pacífica que admiramos de la historia, surge de marchas nocturnas, de tomas de plazas, de alzamiento de banderas, huelgas de hambre, eventos que provocaron respuestas violentas, en su momento, por sus contrapartes, es decir, des enmascararon a los violentos provocando el ejercicio de la violencia, y eso en nuestra sociedad es muy peligroso, el otro pacifismo que queremos emular es el de la reconciliación, el de Mandela, pero para llegar a eso, primero hay que tomar el poder, cuando Mandela propuso reconciliación, tenia el poder de la violencia consigo, por eso funcionó, porque se impuso como líder y contuvo su violencia, pero cuándo lo implementó, ya era presidente de Suráfrica.


Entonces ¿Qué nos queda? ¿el camino burocrático? ¿Esperar elecciones? Creo que podría ser demasiado tarde, mientras nadie conduzca el discurso político, aún el pacifico, se incrementará la violencia cotidiana, debemos, porque nos toca,  construir liderazgo legítimo y asumir, definitivamente, la lucha necesaria.



Por Max Suarez D’Addario 

En twitter: @maxsuarezd